Una detección temprana reduce el impacto de las enfermedades neuropsicológicas en el desarrollo de los niños.

El trastorno del espectro autista (TEA) afecta ya al 1% de la población mundial, en su mayoría al género masculino, lo que ha provocado que las investigaciones relacionadas con esta alteración neuronal se intensifiquen. Los menores afectados por esta enfermedad presentan limitaciones relacionadas con al comunicación, la socialización y la disminución de la capacidad de imaginación.

Este tipo de trastorno tiene su origen en cuestiones genéticas y otras biológicas, sin embargo, recientemente se ha demostrado que algunos factores del entorno pueden potenciar los efectos negativos sobre el desarrollo natural de los niños. 

Los expertos hacen ahora hincapié en informar a la población de cuáles son los posibles síntomas de esta enfermedad que a día de hoy se puede considerar como una de las más comunes dentro de la neuropsicología infantil.

La evasión del contacto visual, patrones de comportamiento concurrentes, movimiento continuo de manos, intolerancia a los ruidos o falta de coordinación psicomotriz pueden ser algunos de los indicios que deben ser detectados rápidamente. Se ha demostrado que los niños con TEA que son diagnosticados y tratados antes de los 3 años de edad, presentan un porcentaje más elevado de mejora en sus capacidades e independencia, que aquellos casos que son detectados después de los 5 años.

Sin duda alguna, la atención temprana en el caso de los niños víctimas del autismo, proporcionará a estos una mejora del bienestar emocional y la reducción de la probabilidad de exclusión social.

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